
Ariadna fue, en la mitología griega, la hija de Minos y Psífae, los reyes de Creta que atacaron Atenas tras la muerte de su hijo Androgeo. A cambio de la paz, los atenienses debían enviar siete hombres jóvenes y siete doncellas cada año para alimentar al Minotauro. Un año, Teseo, hijo de Egeos, rey de Atenas, marchó voluntario con los jóvenes para liberar a su pueblo del tributo.
Ariadna se enamoró a primera vista de Teseo, y le ayudó dándole una espada mágica y un ovillo del hilo que estaba hilando, para que pudiese hallar el camino de salida del Laberinto tras matar al Minotauro.
Ariadna huyó con Teseo, pero no pudo escapar porque Artemisa la mató ese mismo día, situada entre las olas por la acusación de Dionisio.
Teseo abandonó a Ariadna dejándola dormida en Naxos y Dioniso la redescubrió y se casó con ella. Con él fue madre de Enopión, la personificación del vino, y fue ascendida a los cielos como la constelación Corona Borealis.
Sin embargo Dioniso descendió al Hades y la trajo de vuelta junto con su madre Sémele. Juntos se unieron entonces a los dioses del Olimpo.
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